Los jóvenes usan a diario aplicaciones como Facebook Messenger, WhatsApp o Instagram. En el mundo anglosajón, ya son denominados la generación muda, que se caracteriza por su preferencia por la mensajería instantánea frente a la llamada telefónica tradicional. Sin embargo, esta tendencia no es solo común en los adolescentes. Los adultos también se han volcado al envío de mensajes o audios para contactar con familiares y amigos, en vez de hacer una llamada. Ante esta realidad, parece claro que han cambiado nuestros hábitos. Pero, ¿podemos seguir hablando de auténticas conversaciones? ¿Se está perdiendo o se ha perdido la capacidad de conversar? ¿Por qué muchos tienen sus teléfonos eternamente silenciados?

"El uso del celular y de las pantallas ha tenido una enorme importancia para la civilización, debido al desarrollo de las comunicaciones, principalmente. Hoy, esta revolución tecnológica no tiene marcha atrás. Ante esto, habría que identificar las ventajas, para potenciarlas, y las desventajas, para minimizarlas", dice la psicóloga Graciela Chamut.

Entre los méritos del celular, la especialista menciona que facilita la comunicación a distancia, que permite el acceso rápido a la información de la web, que promueve el contacto y el mantenimiento de vínculos virtuales, que amplía las redes sociales y que democratiza la información. "Son, realmente, grandes ventajas", evalúa. No obstante, enseguida se enfoca en los puntos negativos y plantea que merece la pena meditar sobre la manera en que la era digital está modificando nuestra forma de comunicarnos. "Podemos decir que el lenguaje en el celular se caracteriza por las abreviaturas, por la inmediatez, que está alejado del texto manuscrito y que los sentimientos y emociones se expresan, en muchos casos, con emoticones e imágenes", describe.

Con este panorama como punto de partida, Chamut habla de un empobrecimiento de la comunicación. "Si el diálogo se establece de manera constante a través de los sistemas de mensajería, como WhatsApp, acabamos desconociendo las reglas ortográficas e incurriendo en una poca corrección al escribir. En definitiva, se menoscaba el lenguaje culto", califica. Según su mirada, el exceso de jergas vulgares, habituales en los chats, también nos conducen a esa pobreza lingüística y a un desvío del idioma.

EL MILAGRO DEL DIALOGO. La conversación tradicional tiene características importantes para la socialización, que se están perdiendo. ARCHIVO

Enseguida Chamut cita algunas investigaciones que revelan que los jóvenes universitarios manejan la mitad de palabras que se empleaban unos 30 años atrás. "Obviamente, esto se manifiesta, además, en una ausencia total de lectura y en un retroceso en la cultura. A los chicos, les cuesta hablar con precisión y manifestar lo que quieren", observa. A su vez, esta discapacidad en el lenguaje los lleva a que, al faltar las palabras, pasen a la acción. En psicología -prosigue la especialista-, se entiende que las palabras nos permiten no avanzar hacia las agresiones.

Finalmente, menciona otras inquietudes del empleo excesivo del celular o de las pantallas, como disminución de la memoria a corto plazo, insomnio, dificultades en la visión, dependencia, disminución de las relaciones reales, afecciones en el cerebro (por eso está prohibido en niños menores de dos años) y empobrecimiento en la capacidad de atención. "¡Ni hablar de que complican las relaciones en la familia!", exclama. Ante este combo, la experta concluye que se priorice la necesidad absoluta de un contacto real, visual, auditivo y corporal con las personas. "Se habla mucho de las importancia de los abrazos en la salud mental. Hoy, mucha gente está presente en las redes y comparte momentos. Pero en el fondo, tienen una gran soledad", cierra.

También la psicóloga Cecilia Juárez reflexiona sobre cómo influyen las aplicaciones, principalmente WhatsApp, en nuestra forma de conversar. "Mis pacientes adolescentes me dicen que el mensaje de texto o el audio es inmediato, rápido y no molesta al otro porque lee o escucha cuando puede. Básicamente, ellos no se plantean otra manera de vincularse", cuenta. En palabras de los jóvenes en su diván, este modelo de conversación ofrece mucha libertad y requiere muy poco compromiso. WhatsApp nos permite regular los tiempos a nuestro antojo.

Lo cierto es que en la era digital nuestra capacidad comunicativa parece no tener límites. Sin embargo, conviene recordar que para que una conversación funcione, se necesitan dos interlocutores atentos y mutuamente disponibles, destaca la especialista. Y precisamente con los dispositivos ocurre todo lo contrario: nuestra atención parece estar más dispersa que nunca.

- ¿Estamos perdiendo la capacidad de conversar?

- Nos enfrentamos a una rapidez en la comunicación jamás vista. Todo está cambiando. Se ha dejado de lado el diálogo verdadero y la interacción amorososa. No nos damos tiempo de llamar al otro. Y el otro no se da tiempo de escucharnos, si quiera por unos minutos. Hoy, un emoticon establece cómo nos sentimos. Se ha perdido la magia de una charla.

Al igual que su colega, Juárez menciona que los niños y los adolescentes no se imaginan un día sin el teléfono y lamenta la frialdad del texto escrito o la incorporación de mensajes de audio como únicos modos de interacción. No obstante, rescata que en los peores momentos de la pandemia, estas herramientas nos han salvado. "Pudimos entrar a las casas de los otros sin movernos de la nuestras. Pudimos entrar, educar, curar, oir, mimar, estar"... finaliza.